En las escuelas convencionales los niños son, literalmente,
presos: la ley los mantiene así. El aprendizaje de acuerdo con las propias
inclinaciones no es una opción; las inclinaciones de los niños no son
consideradas relevantes; los adultos les dicen lo que deben aprender. Ellos lo
hace lo mejor posible y disfrutan tanto como pueden, pero siempre se encuentran
bajo la autoridad de otra persona, incapaces de conducirse como desearían,
incapaces de seguir sus propios intereses. La escuela parece estar diseñada
para destruir su individualidad, y convertirlos, como dice el profesor suizo
JürgJegge, en ruedas dentadas que se irán insertando lentamente en el mecanismo
de la sociedad.
Los gobiernos no pueden hacer escuelas ideales simplemente
alterando la cantidad de asignaturas, o examinando a los niños más a menudo, o
comprando más ordenadores o mejorando el ratio personal-estudiantes. La escuela
ideal debe tener una atmósfera completamente diferente. Ni siquiera deberíamos
tratar de fabricar engranajes.
Dan Greenberg de Sudbury Valley School, Massachusetts,
comentó que cuando la educación obligatoria se introdujo en el siglo XIX, los
padres se opusieron porque impedía a sus hijos aprender algo útil. Ellos
querían a sus hijos en el hogar, observando y ayudando a los adultos en el
trabajo, aprendiendo las cosas que necesitarían en el futuro. El tiempo
dirigido por un maestro era tiempo perdido.
Hoy en día la gente parece creer lo contrario sobre los
niños, el tiempo no dirigido por un profesor, es tiempo perdido. El péndulo ha
oscilado demasiado lejos. Los educadores están tan fascinados por el concepto
de enseñar, que se han olvidado de considerar lo que los niños realmente
necesitan aprender.
El estudiante ideal, al terminar la escuela, debiera ser
competente en leer y escribir y en aritmética, por supuesto, pero también
feliz, atento, honesto, entusiasta, tolerante, intereses. Que ha disfrutado con
su desarrollo, y que ha intentado hacer un buen uso de ellos. Serán personas
que se preocupen por los demás, porque se han preocupado primero por sí mismos.
La organización escolar convencional parece diseñada para
producir personas superficialmente competentes, pero que por debajo, son
evasivas, egoístas, despiadadas, frustradas, prudentes, obedientes, tímidas
conformistas; estarán satisfechos con logros superficiales y serán fácilmente
humillados por sus fracasos en público. Han gastado tanto tiempo luchando en la
escuela por adquirir conocimientos que no les interesan, y habilidades que son
irrelevantes para ellos, que probablemente han perdido toda confianza en el
valor de sus verdaderos intereses y talentos. Serán personas que no se
preocupen mucho por los demás, puesto que la mayoría, nunca han parecido preocuparse
por ellos.
El currículo escolar debería dotar a los jóvenes para la
vida. Yo diría que la lección que uno recuerda con más claridad de sus años en
la escuela es simplemente la importancia de hacer lo que se espera que uno
haga, la importancia de cumplir la función apropiada, como un engranaje.
En todo el mundo hay escuelas convencionales que ignoran la
curiosidad de los niños, reprimen su energía y hacer caso omiso de sus
generosos impulsos morales. Y en todo el mundo, como lo he descubierto por fin,
hay personas que han visto el daño que esto hace, y han creado escuelas que son
diferentes. He escrito sobre unas dieciocho de estas escuelas en Real
Education: Varieties of freedom, y sobre otras cuatro, con mayor extensión, en
Lifelines. Estas son las escuelas que se niegan a formar a los niños para
convertirse en engranajes, y que de hecho ayudan a los niños que han sido
educados de tal manera a perder su "engranamiento".
En todas estas escuelas, los adultos tienen un respeto
fundamental a los niños y creen que es justo permitir que se desarrollen
naturalmente como ellos mismos. Los niños no son vistos como arcilla para ser
moldeada o recipientes para ser llenados, no son considerados como adultos en
prácticas, sino como personas, simple y llanamente personas.
La conclusión que hemos sacado de este artículo es que David
Gribble considera que en las escuelas convencionales los niños son presos por
motivos de la ley. Los niños no son seres libres, puesto que siempre siguen el
ejemplo de otra persona, es decir, los adultos son los que les indican lo que
deben aprender, la escuela contribuye a esto, ya que no proyecta una educación
donde los niños aprendan conocimientos nuevos ni que transformen los
conocimientos en suyos propios, sino que los profesores enseñan los
conocimientos y los niños aprenden esos conocimientos, además esto hace que los individuos sean
individualistas e independientes, por esto se puede decir que es una educación
robotizada.
Lo que se pretende en la escuela ideal es que el alumno sea un
individuo de calidad, es decir, lo ideal
es inculcar a los alumnos valores, comenzando por el respeto, el trabajo y la
participación, además de la formación a largo plazo donde los conocimientos son
adquiridos y transformados para hacerlos suyos. Sin embargo, los alumnos, las escuelas, y la sociedad
se encuentran en mal estado; por
lo que se tiene que poner freno desde esta generación que se está formando,
haciéndolos más participativos tanto a ellos como a los maestros y padres,
mediante programas de concienciación donde se exija la
participación de todos.
Artículo extraído: EUDEC: La perspectiva de David Gribble sobre la educación y las escuelas democráticas. Recuperado el 25 de marzo de 2014 de: http://www.eudec.org/David+Gribble+in+Spanish+I
No hay comentarios:
Publicar un comentario